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Opositar y tener pareja. ¿Feliz San Valentín?

Opositar y tener pareja

Más que pareja, lo mío es un opomarido en toda regla, porque además del matrimonio en sí nos unen dos churumbeles, que es más que un compromiso amoroso o incluso que una hipoteca. No sé si este post de opositora y madre en estas fechas románticas y señaladas debería dedicárselo a él o a los niños, pero lo cierto es que opositar y tener pareja no es nada, nada fácil. Y si no lo es cuando ya se tiene una edad, unas hormonas poco revolucionadas y una relación estable desde hace casi 16 años, no me quiero ni imaginar el desafío que puede suponer este proyecto de vida para los jóvenes que afrontan este proceso con una juntera quizás más amorosa, pero menos asentada, o más voluble y precaria. No he venido a juzgar la madurez emocional de otros opositores sino a ensalzar (o sea, a quejarme) las maravillas derivadas de opositar y tener pareja o al menos, intentar no perderla.

¿Tú quieres más a tu marido o a tu plaza?

Sí, porque llega un punto en el que la plaza se personifica y parece convertirse en lo único importante de tu vida. Bueno, los hijos siempre van por delante, porque dependen de ti, son amorosos, tiernecitos, todo lo haces por ellos pero ¿qué pasa con ese adulto con el que compartes la vida? Pues que ves el divorcio acechando por las esquinas, porque si ya fue duro superar dos post partos y los inicios de la crianzas de dos niños que no lo han puesto precisamente fácil, cuando las aguas empezaban a volver a su cauce ¡se te ocurre dar un bandazo laboral y meterte de golpe en un máster y unas oposiciones! Sin previo aviso, sin premeditación y claro, eso no hay mente humana que lo pueda asimilar de la noche a la mañana. Tú prometes que será una inversión muy rentable de tiempo y que cuando logres tu plaza la felicidad de la familia vendrá aparejada a ella. Pero eso no es verdad y en tus horas bajas como opositor verás que se tambalean toda tu vida, no solo los temas que no acaban de afianzarse en tu cabeza, o ese cambio de legislación que te trae por la calle de la amargura, sino que te pesara el cargo de conciencia por el “abandono” de tus hijos y por el olvido completo de tus funciones como pareja. Pero este hombre ¿qué hace dentro de mi casa? Sí, el cruzarse por los pasillos como meros compañeros de piso es un clásico en la maternidad ¡y en la preparación de oposiciones!

Tranquila, que el amor todo lo puede

Ay, este argumento ya no me sirve como auto engaño. Creo que abusé de él al ser madre y tener unos post partos larguísimos en los que no existía el mundo más allá de las necesidades de mis recién nacidos y las básicas (muy básicas) mías como ser humano. El amor todo lo puede cuando no hay mucho más que cuidar, pero como no se le atienda debidamente, puede desaparecer de un plumazo. Si tú te enamoraste de una persona que te idolatraba, que estaba pendiente de ti, que se preocupaba por tu trabajo, por tu bienestar, que tenía detalles para alegrarte la vida, que era tu apoyo en los buenos y en los malos momentos y ahora esa persona ya no existe, porque se pasa el día atareada con los niños, con el trabajo y los escasos minutos que tiene entre una y otra tarea los exprime estudiando, leyendo, resumiendo o poniendo audios terribles con características de etapas literarias diversas a todo volumen ¿dónde queda ese amor? Si esto nos hubiera pillado más jóvenes, sin la tremenda carga de los hijos, sin las responsabilidades laborales ¡opositar y tener pareja sería muy fácil! Claro, visto desde la experiencia que te dan los años, porque seguro que si nos hubiese tocado vivir la oposición durante la juventud, no hubiéramos tenido el aguante necesario para sacarlo todo adelante.

Opositar y tener pareja cuando él es el culpable de todo

Lo sé, más que una celebración del amor esto está siendo un desahogo existencial. No puedo quejarme de mi opomarido, porque su trabajo le deja muy, muy poco tiempo libre y el reparto de las responsabilidades en casa no es tan equitativo como nos gustaría. Mientras está entre estas cuatro paredes, sí podemos repartir toda la carga familiar, pero si entre semana sale de casa a las 8 de la mañana para volver a las 19:30 de la tarde… ni las tareas domésticas ni las agendas de los niños se gestionan en esos horarios. Por eso, cuando el estrés de opositar y tener pareja se apoderan de mi ser, olvido todas sus virtudes y solo veo en él a un hombre insolidario al que acuso de no apoyarme en mi carrera profesional. Cuando me pongo de malas, pero muy de malas, le espeto que solo debe esforzarse una mijita más y en cuanto consiga mi plaza ¡lo liberaré de mí y de los niños! Me río yo de los cambios de humor que se achacan a las mujeres embarazadas ¡oposita y sabrás lo que es un trastorno bipolar en toda regla!

Ante esta inestabilidad, a veces pienso que soy la única bruja histérica que está llevando el peso de la oposición muy mal repartido sobre sus hombros, pero entonces hablo con otras parejas de opositores ¡y también reconocen estar conviviendo con fieras semejantes en casa! En fin, solo espero que el día en que todo este proceso acabe, mi opomarido siga aquí para volver a ser marido a secas, porque aunque nunca le dé la razón, comprendo que no sea capaz de ponerse en mi situación y por eso no podemos entendernos en esta fase. Y es que hasta que no opositas, no conoces de verdad lo que es vivir con esta carga, llena de esperanzas, de ilusiones, pero diseminadas a lo largo de un proceso que se eterniza y que no te garantiza alcanzar el éxito tal y como preveías cuando empezaste.

¿Cómo se presenta este día de los opositores enamorados para ti?

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