Cuando leí Profes rebeldes: el reto de educar a partir de la realidad de los jóvenes, de Cristian Olivé, me sentí dividida entre el deseo de querer poner en práctica esas ideas que compartía con él y las limitaciones de la labor docente que nos impone el curriculum, la línea educativa de cada centro, las decisiones que se toman en cada departamento y, en mi caso, el rumbo trazado por el profesor al que debo sustituir en cada momento. Sí, Profes rebeldes es un libro atrevido que te frustrará si tu día a día consiste en ser un profesor nómada que aún no tiene asiento estable en ningún centro, pero ¿te imaginas poder revolucionar la educación desde tu humilde clase?
Los profes rebeldes necesitan tiempo, ¡sobre todo tiempo!
Si vemos las propuestas del profesor Olivé nos daremos cuenta (si es que no lo hemos experimentado ya en nuestras carnes) de que la reflexión personal y el intercambio de ideas tiene poca cabida en las aulas, porque a poco que cada alumno quiera expresar sus opiniones ¡te has quedado sin tiempo para nada más! He tenido alumnos muy, muy participativos que, sin salirse del tema, y por estar enlazando un asunto lingüístico con un campo de su interés (por ejemplo, los anglicismos en el fútbol) pueden estar debatiendo sobre él durante toda una clase, cuando tú hubieras necesitado 2 minutos para explicarlo y seguir adelante. No te cuento ya si tu centro tiene varias líneas y el profesor paralelo va a acabar el libro de texto completo en junio y a ti te va a faltar la mitad por ver. Las comparaciones son odiosas, pero es que se nos exige abarcar una cantidad de contenidos (no todos igual de necesarios) que dejan un margen muy escaso para poner en práctica otro tipo de educación durante el curso.
¿Buscas un manual práctico para verdaderos profes rebeldes?
Este es tu libro, porque lo cierto es que el autor tiene a bien compartir recursos de lo más variado a lo largo de sus páginas. Es docente del ámbito lingüístico, por lo que si la materia que impartes coincide con este territorio podrás inspirarte en sus ideas. Si no es así, seguro que conocer algunas de las propuestas que él ha llevado a clase te ayudará a pensar en formas novedosas para adaptarlas a lo que necesites.
Yo también era muy fan de la tecnología en el aula…
Me quebraba la cabeza para tener el proyector encendido a diario, deleitarlos con vídeos, con búsquedas de redes sociales y con actividades relacionadas con estas, con sus youtubers favoritos, con cantantes de moda, pero ¡ojo! Mi paso por uno de los centros en los que he hecho sustituciones este año me demostró que algunos alumnos se quedan tan embobados con la pantalla que no ponen en funcionamiento el cerebro. Otros, se pierden entre explicaciones si no se sigue el orden del libro, y un gran número estará encantado de ver la teoría pasar ante sus ojos con imágenes, música, luces y colores, pero ¡ay, cuando se les pide que sean ellos quienes hagan gala de sus habilidades como nativos digitales! ¡Qué pereza les entra y qué pobre pueden quedar sus tareas! Incluso dejándoles tiempo para que puedan trabajar en clase y no deban reunirse fuera del aula, son expertos en utilizar el ordenador y los móviles para hacer cualquier cosa menos la actividad que se había planteado para ellos.
Los profes rebeldes ¿ponen nota?
Uy, rotundamente sí. Porque a ver quién es el espabilado que se escapa cada trimestre de subir el numerito correspondiente (o su versión del insuficiente al sobresaliente) sin que se forme un cisma alrededor. Coincido con el autor es que los alumnos están tan obsesionados con las notas que se olvidan de que lo importante es el camino, el aprendizaje que se llevan mientras estamos en clase, más allá de lo que marque su boletín final. De hecho, este curso he dedicado muchas horas a correcciones de trabajos y exámenes en los que detallaba hasta la más mínima recomendación para que conocieran sus errores, sus puntos fuertes y mejoraran de cara al resto del curso. Pues bien, al devolverlos corregidos ¡pocos miraban más allá de la cifra de la cabecera! Bueno, ¡y ojo con no puntuar al modo tradicional! Porque como se enteren de que lo fundamental era hacer la tarea, y no lo bien o mal que haya quedado, son capaces de formarte un consejo de guerra por no valorarlos lo suficiente.
La inutilidad de las programaciones anuales de cara a la inspección educativa, la utilidad o no de los libros de texto, la lucha entre competencias y contenido teóricos, la educación vista como una formación de utilidad para la vida y no para la mera superación de cada una de las materias, etc. son otros temas que aparecen en este manual y que, si no nos convencen, al menos pueden hacernos reflexionar sobre puntos de nuestra actividad docente con los que no estamos a gusto y que no nos animamos a cambiar.
Sé que no es un libro nuevo, y que seguramente ya hayas leído mucho acerca de él en los últimos años, pero si, por un lado, en algunos apartados he tenido la sensación de que describía un alumnado ideal y totalmente implicado en su educación, que no se parecía en nada a los centros por los que he pasado a lo largo de este curso, por otro lado, sí me ha hecho pensar en que cada profesor tenemos en nuestras manos el poder para cambiar pequeñas cosas que marquen la diferencia.
¿Cómo te definirías tú? ¿Como docente rebelde, clásico o en constante cambio?
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